Las desgracias no son cosa exclusiva del verano, mientras que los parias sí parecen ser los únicos que las sufren. Al menos esa es mi percepción.
O tal vez solo sea que uno está más atento en verano a lo que sucede por ahí afuera. El caso es que entre terremotos, maremotos, inundaciones, secuestros, toma de rehenes y desastres mil, uno tiene la sensación de que la catástrofe siempre afecta a los mismos, a las clases de la sociedad ya de por sí depauperadas.
Aunque lo más seguro es que como yo no veraneo en esas playas de moda, donde se desconocen las tristezas y todo reluce como si la vida solo fuera jauja y ja ja ja y ji ji ji, sino que me quedo pendiente de las noticias, el mejor depresivo, dicho sea de paso, yo, humilde ciudadano acabo traumatizado de tanta calamidad.
Lo peor, lo curioso, y también lo incomprensible es que todas esas desgracias se ceban exclusivamente en los parias. Al menos es lo que nos llega a través de los medios de comunicación.
Los otros círculos de opulencia y ostentación que abundan no muy lejos del lugar de la tragedia ya se ocupan los noticieros de ocultárnoslos. ¿Habrá alguna intención en ello?
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