Según defienden los portavoces oficiales, parece ser que las batallas que están librando las tropas españolas en Afganistán, junto a otras de unos cuarenta países, son una forma de evitar que el terrorismo islámico llegue a nuestras casas.
Alabado sea Dios, que siempre hay una causa que justifica la guerra, y así poder dormir tranquilos.
Es posible que sea como dicen, pero como los políticos mienten tanto, es posible también que existan otros motivos que sean menos convincentes y prefieran no airearlos. De ellos hay que desconfiar siempre.
Porque, ¿cómo es posible que estemos luchando en aquellos escenarios, muriendo soldados cada día - lo cual, por otra parte, es lo normal en una guerra, - y al mismo tiempo Europa entera, y no solamente Europa, sea un coladero de islamistas dispuestos a inmolarse por su guerra santa? Y además, nuestros gobiernos acogiéndolos con las atenciones que muy a menudo, los mismos gobiernos no tienen con su propia gente.
No sé a usted, pero a mí me parece un proceder escandaloso, y por si fuera poco las dádivas que reciben, llamadas subvenciones o ayudas humanitarias.
La incoherencia de actos tan contradictorios es propia de una decadencia galopante.
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