El prematuro otoño que vino en pleno verano y que tanto agradecimos durante unos días, se marchó igual que vino, sin avisar.
Bueno, dirá usted, avisados sí estábamos, por la radio, la prensa, la televisión, y por si fuera poco, por todos los diarios de pantalla. Y es cierto, pronósticos no faltan.
Pero es que yo me he vuelto muy escéptico, debido precisamente a los criterios tan dispares que nos pronostican los diferentes medios. Mientras unos anuncian lluvia para dentro de tres días, otros nos pronostican un sol radiante. Y en cuanto a las temperaturas, ay, lo único cierto es que en verano hace calor... a pesar de esos intervalos menos agobiantes.
Lo más gracioso era cuando por las mañanas escuchaba la radio recomendándonos tomar el paraguas porque negros nubarrones amenazaban lluvia inminente. ¡Y menudo chasco me llevaba casi siempre porque al salir a la calle me deslumbraba un sol radiante! Aunque, todo hay que decirlo, a veces acertaban.
Y a veces, también, cuando anunciaban buen tiempo, más tarde lamentaba no haber tomado el paraguas. Había de todo.
¡Ah! si lo comento en tiempo pretérito es porque ahora opto por algo más seguro. Abro la ventana, miro y sé lo que me espera al salir a la calle.
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