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miércoles, 17 de marzo de 2010

OFERTA Y DEMANDA

Actualmente, por fortuna, son muchos los que escriben, y vamos a dejar aquí la calidad de esos escritos, lo importante es que se escriba, porque, al igual que en los deportes de élite, a mayor número de participantes nacionales, las posibilidades de conseguir medallas para el país son también mayores.

Lo triste, se dice, es que se lee poco. No, yo creo que eso no es cierto. Hay mucha gente que no lee, es verdad, pero también hay otra gente que lee, y mucho. Y aquí vamos a dejar también qué literatura se lee.

Porque, esa es la cuestión. Las editoriales, como empresas mercantiles que son, no pueden dejar de pensar en el beneficio económico, y ante un buen relato de autor desconocido, prefieren otro conocido, y si el tema del relato es de máxima actualidad, la venta está mas que asegurada.

Para un escritor novel, romper este círculo es casi una odisea, por lo que tiene que recurrir, o bien a financiarse la edición y después ir de puerta en puerta ofreciendo el libro o, lo que le aconsejan la mayoría de las editoriales: participar en alguno de los tantos concursos que se anuncian.

Esta última opción es la más sensata, aunque con matices, porque las entidades que convocan los concursos, todas, sabedoras de esa masiva oferta, imponen la regla de las lentejas.

Y siendo eso aceptable, puesto que es la eterna ley de oferta y demanda, no deja de ser un tanto denigrante para el concursante que, si a veces nos quejamos de que allá a donde vamos somos un número, en el caso de los concursos es peor todavía, pues ni a eso se llega, porque puestos a despersonalizar, el concursante ni siquiera recibe el acuse de recibo de la obra.

O sea, si te he visto, no me acuerdo.

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