A nadie se le oculta la facilidad de comunicación que tiene uno de los grupos políticos que tenemos en España, aunque yo, a veces, me he preguntado si eso es un valor achacable a ellos o es un defecto de los que están enfrente.
Porque si los otros fueran tan capaces de transmitir a la gente sus convicciones, no cabe duda que quitaría valor a los primeros.
"A lo mejor es que no tienen convicciones" - me dice mi amigo Juan.
"Tampoco las tienen los otros" - le respondo - "y no obstante, mira tú cómo arrastran tras de sí a su gente".
Y como muestra le cuento: "Fíjate cómo convencieron en su día a sus huestes, primero diciendo que eso de la OTAN de entrada NO. Y todos ellos les votaron masivamente. Pero muy pronto, casi a la vuelta de la esquina, interesaba decir lo contrario, y, ¡oye! que entramos en la OTAN. Y todos contentos, sin aspavientos ni rasgaduras de vestiduras".
Pero mi amigo continuaba escéptico, por lo que tengo que insistir: "¿Te acuerdas cuando decían que bajar impuestos era su labor y la masa gritaba entusiasmada: estos, estos son los nuestros?"
"Pues son los que no paran de subirlos... y sus seguidores la mar de contentos, convencidos de que son medidas que les favorecen".
"Pero yo no diría que eso es tener facilidad de comunicación" - replica mi amigo Juan, de pronto - "eso es poseer una extraordinaria capacidad para embaucar a inocentes, no dado a todo el mundo, por cierto".
Pues eso.
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