Buscar este blog

martes, 2 de marzo de 2010

AL DIA

Escuchaba en una tertulia de café a un señor mayor decir cosas que yo, entonces, no podía comprender. Era aquella una época que la gente respiraba esperanza, ilusión... y se hacían proyectos. O sea, no había motivos para pensar que se pudiera acabar así como así ese bienestar que disfrutábamos. Y yo, joven e inexperto, casi me reía de sus advertencias.

Aquel hombre no empleaba un tono amenazante cuando hablaba. Solamente reseñaba los cambios que se suceden con el paso del tiempo, y que nada es duradero, y que todo se reduce a la alternancia de los ciclos que se repiten constantemente. Y hacía la comparación de la vida con un carrusel, que unas veces estamos arriba y otras estamos abajo.

A pesar de mi ignorancia, en el aspecto individual reconocía que tenía razón. Pero es que el hombre no se refería al individuo cuyo estado de ánimo es cambiante continuamente, sino que venía a decir que, mirando la historia en su conjunto, las épocas de bonanza son tan efímeras como las depresivas.

Tuvieron que pasar algunos años para que yo comprendiera lo que nos quería transmitir. En aquel entonces yo no podía imaginarme que la bonanza podría acabarse algún día, por eso tomaba a guasa sus recomendaciones de estar alerta, que la depresión podría llegar cuando menos lo esperásemos.

Parecía imposible, pero la bonanza quedó en el olvido, ¡y cómo! Hoy parece que sea historia. Y supongo que como a mí, habrá pillado a otros muchos con el paso cambiado.

Probablemente, aquel hombre estaría hoy, con su filosofía de los ciclos, aconsejándonos no desfallecer, que confiáramos, que ahora nos tocaba estar abajo, pero que eso no es eterno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario