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jueves, 13 de mayo de 2010

UNION EUROPEA

Es de esperar que los acontecimientos de estas últimas semanas que nos han mantenido el alma en vilo, y que para nuestra desgracia todavía colean, sirvan para que los gobernantes europeos sean conscientes de que tienen que poner más rigor en sus decisiones.

Cierto que no son adivinos y no se les puede exigir que acierten siempre en sus previsiones, pero tienen la obligación de evaluar con mayor acierto situaciones venideras, en primer lugar porque para eso ocupan puestos de responsabilidad, y también porque manejan datos que el resto desconocemos.

Porque las consecuencias de su proceder son sosiego y bienestar en la población si actúan con sensatez y rigor, o todo lo contrario: la pobreza. Y actualmente los nubarrones que todavía se ciernen sobre nosotros nos hacen temer lo peor.

En pocas palabras, lo que quiero decir es que la Unión Europea no puede seguir manteniendo una única moneda y dieciséis formas distintas de administrarla, por lo que urge que se alce una voz que marque una norma idéntica para todos por igual.

De lo contrario, el caos. O sea, lo que estamos viviendo, que, esperemos, todavía sea reparable.

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