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viernes, 14 de mayo de 2010

SENTIMIENTOS

Es curiso observar cómo actúan las personas ante una resolución judicial en la que al culpable le caen rayos y truenos sobre su cabeza, precisamente por su mala cabeza.

Puede tratarse de un vivales, un sinvergüenza o un criminal, cuyos reprochables actos han puesto a la multitud durante años en estado de guerra. Unos a favor y otros en contra.

Haciendo un paréntesis diremos que casos ha habido que han condenado a un inocente, pero son excepciones. Lo normal es que si a uno lo condenan, no es precisamente por ser santo. Al menos actualmente. Otra cosa es si nos referimos a otras épocas, que no es el caso.

Hoy se ha decidido sentar en el banquillo de los acusados a un popular juez que, desde hace años viene ganándose la simpatía de muchos, y la antipatía de otros tantos, para los que el magistrado en cuestión se ha comportado en todo ese tiempo como un caradura, ha sido un aprovechado y no sé cuántas cosas más. Ninguna de ellas para resaltar una sola virtud, desde luego.

Y nada más el interesado tuvo noticia del veredicto se puso a llorar, según versión de unos testigos que presenciaron el hecho. Y quien me lo contaba, uno que en los últimos tiempos no hizo más que poner a caldo al mencionado juez, para mi asombro, vino a decir: "¡pobre hombre, me da una lástima!"

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