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domingo, 30 de mayo de 2010

LA BIBLIA

Hubo una época en que las diferencias entre los evangelistas y los católicos, era abismal. Para éstos últimos todo eran parabienes y facilidades, mientras que aquellos eran vilipendiados, perseguidos y encarcelados. Y se les llamaba protestantes.

Incomprensiblemente, todo eso ocurría cuando más se ensalzaba la doctrina del perdón para los caídos en desgracia y hasta para los malvados.

Con el correr de los años esa balanza tan desequilibrada fue buscando un estado más nivelado, hasta el punto que nos deslizamos un poco hacia el otro extremo, llegando a escuchar ciertas voces que aseguraban que las dos doctrinas, en el fondo, eran lo mismo.

Y es que o no llegamos o nos pasamos. ¿Por qué será tan difícil encontrar ese punto de equilibrio?

Porque, no nos confundamos, diferencias las hay, incluso más de las que parecen, y de mucho mayor calado del que se nos dice. Y como no se trata de enumerarlas, sino de retornar y buscar el punto medio, me limitaré a comentar la más elemental, que no es otra que la lectura de la Biblia.

Los evangelistas han leído siempre la Biblia. Es más, es el libro que unió a los alemanes una vez traducido a su lengua por Lutero. Fue el libro que siempre estuvo presente en cada uno de sus hogares, y que se leía diariamente. ¡Cuántos aprendieron a leer y a escribir con la Biblia!

En cambio, entre los católicos nunca ha existido ese afán de poseer, leer y aprender la Biblia. Todo el mundo sabía de él, pero pocos lo habían visto. Ni en las librerías era fácil encontrarlo. Nunca se fomentó la lectura de la Biblia.

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