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sábado, 8 de mayo de 2010

AMISTADES

Es conocido la rapidez, no exenta de ligereza, con la que aquí llamamos a alguien amigo. Yo diría que a veces hasta raya en frivolidad.

Y así sucede, que con la misma rapidez como hacemos amigos, igual de rápido recibimos desengaños. Y con esto no me refiero a esos "amigos" de veinte minutos, esos que nos han presentado en una cafetería por casualidad y ya no volvemos a ver más en toda la vida, porque éstos no nos pueden desengañar.

No, me refiero a esos que conocemos años, aunque a veces la distancia no nos permite ver más de una vez al año, o tal vez menos, pero que seguimos manteniendo el buen recuerdo en nuestra mente y el sentimiento de la amistad en nuestro corazón.

En este caso el teléfono es el medio ideal para mantener la llama de la amistad, porque no solamente intercambiamos las novedades, sino que oímos la voz del amigo, a mi entender muy importante. Y éstos sí que pueden desengañarnos.

Yo he tenido dos o tres casos últimamente que, supongo por un mal entendido que desconozco, no han atendido más mis llamadas. He recapacitado sobre las últimas conversaciones y, sinceramente, no recuerdo haber dicho una palabra ofensiva, o una expresión molesta. En cualquier caso nunca estuvo en mi intención... aunque, si se han sentido ofendidos será porque me habré expresado mal, no cabe duda.

Ahora bien, si ha existido la amistad, ¿no sería el momento de un comentario y eliminar malentendidos en vez de dar la callada por respuesta?

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