La falta de tradición democrática, no solo de nuestros políticos sino del pueblo en general, ha facilitado que con los años los más pillos hayan sabido sacar consecuencias a su favor.
Que el ciudadano tenga que votar listas cerradas es, de entrada, algo poco democratico. Que los partidos presenten un programa de gobierno que después no cumplen, es otro desajuste que rompe en mil pedazos el sentido democratico, y que aquellos que asumen el poder se comporten como reyezuelos es algo que se asemeja a dictadura.
Esta visión de lo que nos rodea es válida para el gobierno nacional, para los de las comunicdades y principalmente para los de los ayuntamientos, que es donde más se aprecia el caciquismo que impera en la mente de los gobernantes.
Y si los gobernantes no se cansan de mostrarnos sus apetencias personales cuando interpretan que haber sido elegidos les da manga ancha para hacer lo que les dé la gana, más triste aún es ver cómo los ciudadanos, con la testuz agachada, repiten lo que siempre se ha dicho en España: los que mandan, mandan.
Pues, no. Con nuestro voto no le damos al político patente de corso.
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