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viernes, 23 de julio de 2010

EL PROGRESO

Se oye decir muy a menudo que nada es como antes, que los tiempos han traído normas que han trastocado la paz y la tranquilidad de la convivencia.

En cierto aspecto tiene razón quien así se expresa, porque es cierto que el mundo no es una pieza estática sino que se mueve constatemente, y trae cambios, cada día. No hay ningún día que sea igual que el anterior. Y no cabe duda de que la mayoría de esos cambios son beneficios para el hombre, por mucho que nos quejemos.

Por eso, si los antepasados levantaran la cabeza nos envidiarían del confort que nos envuelve y de las comodidades en las que vivimos. Y no hace falta que enumere los adelantos que la técnica nos aporta continuamente, pero si miramos a nuestro alrededor nos daremos cuenta que no tenemos motivos para quejarnos.

Eso en cuanto a los adelantos técnicos. Otra cosa son los aspectos morales de la sociedad. Y en eso pueden estar basadas las lamentaciones de los nostálgicos. Pero que dejan de tener valor cuando asumimos que cuando hablamos de progreso nos referimos a cuestiones materiales y no espirituales. Porque el hombre es capaz de cambiar el mundo, pero incapaz de cambiar un ápice sus sentimientos y sus pasiones.

Continuamos siendo tan virtuosos como en tiempos de Abel, y tan envidiosos como en la época de Caín.

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