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viernes, 30 de julio de 2010

EL JUEZ

En España tenemos una opinión de las instituciones, podríamos decir, mejorable, y una de ellas es la justicia. Los más moderados dicen de ella que es lenta, lo que deriva en injusta. Y los más exaltados dicen que es corrupta, que se guía por intereses o por ideologías.

El posible que haya de todo un poco. La realidad es, no obstante, que muchos casos célebres se eternizan en los despachos. No quiero pensar en los casos menos llamativos.

De ello se puede deducir que los jueces tienen mucho trabajo y no pueden acudir a dar soluciones con la presteza que desearía quien permanece a la espera.

Pero, ¡oh, sorpresa! de pronto oímos decir que este o aquel juez está dedicando su tiempo a remover un asunto que, a excepción de él mismo, nadie reclama, puesto que se trata de muchos años atrás, en un país remoto y en el que se ven involucrados personajes que a los españoles ni nos va ni nos viene.

Se comprende que muchos clamen al cielo ante un proceder que, si no lo es, al menos lo parece, el juez en cuestión se mofa de sus conciudadanos.

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