En España, desde hace bastantes años, viene gestándose una situación típica de dictadura, cosa por otra parte comprensible.
Qué le vamos a hacer, somos así. Seguro que se acuerdan ustedes de aquello que se decía hace muchos años: "no hay más que ponerle una gorra de plato a un patán para que se sonsidere general". Pues es lo que tenemos.
A la política han accedido personajes de toda calaña y con un denominador común: la ambición. Y como sabemos que ésta no conoce límites, con el tiempo ha derivado en desmadre. No solo por patanes.
Los casos de corrupción son infinitos, solo los conocidos, claro está, porque de los otros solo la imaginación puede aventurar cifras. Pero tras tantos años trincando a espuertas, el juego ha perdido emoción, y ésta la buscan en el poder, y el poder significa avasallar al contrario, si no exterminarlo... y al pueblo.
Y hacer cada uno lo que le viene en gana, como no acatar órdenes de los tribunales, encarcelar sin orden judicial a la oposición, ocultar desmanes propios, castigar a los medios no afines... Y al hombre de a pie mantenerle en un engaño perpetuo.
Y hay quien dice: "Pues yo no noto nada. Conmigo no se meten". Y es cierto, igual que en otras épocas, que si usted no se metía con el gobierno, usted vivía tranquilo. Mal, pero tranquilo.
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