Buscar este blog

sábado, 12 de junio de 2010

VIDAS AMARGADAS

A veces hace falta que alguien nos dé un mazazo en la cabeza para que retornemos a la realidad. Y es que, egoístas como somos, nos encerramos en nuestra concha de nácar y ahí termina nuestra visión del mundo.

Viene esto a cuento a raíz de lo que me contaba el otro día un vecino. Y me lo decía casi con lágrimas en los ojos, avergonzado por el descuido que durante años había tenido con su hermano.

Cuando se casaron sus vidas tomaron rumbos muy distintos. Uno en una ciudad y el otro en otra con bastantes kilómetros de por medio. Y a medida que pasaban los años la posición de mi vecino mejoraba a pasos agigantados: tres casas, tres coches, largas vacaciones por medio mundo... y todo esto sin que pasase un día que no se acostara sin clamar al cielo con las más diversas lamentaciones. Un amargado, vaya.

Hasta que un día vino su hermano a visitarle y le contó las miserias por las que estaba pasando. La mujer postrada en cama desde hacía más de diez años. El hijo mayor con sida, por un error en el hospital. La casa embargada. Él teniendo que trabajar de sol a sol para poder malvivir...

Cuando me quedé solo pensé que no era solamente el remordimiento de descuido lo que acuciaba el ánimo de mi vecino, sino la vergüenza de sus lamentaciones a pesar de su vida confortable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario