Las minorías se han crecido y ahora solo reclaman la deuda que la sociedad tiene con ellos. Pero, ¿qué deuda es esa? Muy fácil, cada uno se toma la suya.
Supongamos el ciclista que se permite rodar por la senda de los peatones, molestando a todo quisqui y... no le recrimines la acción porque igual te suelta una torta, porque él tiene sus derechos.
La anécdota se adapta a un sin fin de supuestos. Pensemos, sin más, en las mujeres maltratadas, los de la pensión mínima... la lista de los que reclaman es interminable.
Son grupos que sufren el descuido que la sociedad ha tenido con ellos durante muchos años, es cierto. Abusos verdaderamente injustos... de unos pocos, y que ha servido para que los pillos se aprovechen para exigir sus derechos. Derechos que muchos de los que gritan nunca han visto menguados, pero que no pierden la ocasión de sacar tajada. A río revuelto...
Lamentablemente somos una sociedad de pícaros, que sin miramientos ni remordimientos, llegado el momento no dudamos de sacar provecho de la desgracia de los que sufren.
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