Seguramente es cosa de los mayores. No lo sé, pero es la conclusión que saqué cuando el otro día oía decir a un anciano una frase un tanto despectiva de una pareja de jóvenes que se besaban en el autobús.
El hombre criticaba la acción, también por el poco recato de los jóvenes de llevar a cabo un acto según él, íntimo, en sitio público. Pero lo que a mí me llamó la atención, precisamente porque era en lo que más insistía, fue que hablaba de niños de quince años, cuando yo creo que aquellos jóvenes tendrían los veinticinco ya cumplidos.
Y digo yo que será cosa de mayores, porque supongo que habiendo llegado a los ochenta años de edad, debido a la distancia que les separa de la juventud, probablemente sea difícil distinguir una niña de quince de otra de veinticinco.
Después me fijé en algunos casos y, no todos, desde luego, pero sí existen jóvenes, especialmente las chicas, que no habiendo alcanzado los quince años - seguramente por aquello que cuando se es joven se quiere ser mayor - hacen todos los posibles por aparentar los veinticinco, pero que, no obstante, si te acercas un poco, y si estás en la onda, enseguida detectas la realidad.
Aunque, a lo mejor, tantos años después desde su juventud y habiéndose olvidado de su época, la perspectiva de muchos mayores en cuanto a la valoración de la edad y proceder de los jóvenes actualmente, se pierda en un mar de confusiones.
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