Los españoles, que presumimos de descuidados en cuanto a asuntos políticos se refiere, decimos que como de esas cosas no entendemos, mejor mantenerlas alejadas. Aunque eso no impida que continuamente estemos renegando del gobierno, de lo mal que lo hace, y de que no deja de sangrarnos.
A mí me parece que esa actitud de inhibirse de la política, y al mismo tiempo criticar a los políticos, es una contradicción que esconde la realidad de nuestro pensar. En el fondo, lo que nos sucede es que no creemos en los políticos porque la imagen que baila en nuestras pupilas es que son nuestros verdugos, y por ende nuestros enemigos. Pensamos de ellos que solo miran por sus intereses, y que jamás se han ocupado del pueblo.
Bastante realidad hay tras esos pensamientos, y mientras las vacas eran gordas pocos se han parado a pensar que los prados se secan y las vacas se tornan flacas.
Ahora entramos en esa nueva era, y los españoles tendremos que asumir que somos más pobres, y por consiguiente vivir con penurias. Y seguiremos criticando a los políticos, aunque con una diferencia a los tiempos de bonanza. Ahora querremos hacer política, y si es necesario por la fuerza.
Extremados, como siempre.
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