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sábado, 26 de junio de 2010

SERVIDUMBRE

Casi con lágrimas en los ojos, me contaba mi vecino que siendo él joven abandonó España porque no podía vivir en un régimen rodeado de tantos lameculos. No le importaba tanto el régimen en sí, que él, aunque contrario a las dictaduras, no entraba a valorar las bonanzas o maldades de los políticos.

No. A él, e insistía repitiéndolo una y otra vez, lo que entonces le molestaba era el carácter servil de tanta gente que por menos de un plato de lentejas danzaba y hacía el pino con tal de contentar a su patrocinador, ese que tal vez, a lo mejor, quizás, podría proporcionarle un puestecillo, y si no, al menos dedicarle una sonrisa.

Y ahora, decepcionado, hastiado más bien, decía que se volvía a marchar por el mismo motivo, por la servidumbre de que se han rodeado los políticos.

Pero ahora, a diferencia de entonces, además de mirar con desprecio a los que van mendigando una limosna al poderoso, es decir al político, no soporta la prepotencia de éste que, malvado por arroparse con la bandera de la democracia, propicia el mismo tipo de servidumbre.

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