Es tan obvio que el hecho de reseñarlo parece ridículo, porque si digo que estamos sumidos en una crisis de caballo, todo el mundo sabe que no es ninguna novedad. Aunque las crisis, como otras muchas cosas entre los humanos, no son igual para todos.
Y no estoy pensando en cuestiones económicas, que es lo que más siente el contribuyente, no. Estoy pensando en esa otra cara del desastre que muchos ni se dan por aludidos. Es la crisis moral que soterradamente nos está minando el suelo, y el día que despertemos nos encontraremos un entorno desconocido por completo.
Al gobierno actual no le han salido las cuentas y su programa se le ha ido de las manos, mas no obstante, con más cara que espalda y a saltos de mata, contra viento y marea irá sacando adelante su objetivo, que no es otro que deshacerse de nuestras tradiciones milenarias, en la creencia - debido a su ignorancia, claro - que todas ellas son rémoras del franquismo.
Es la visión que suelen tener aquellos que lo desconocen todo, que intrepretan que el modernismo consiste en romper con el pasado por viejo. Igual que en los primeros albores del bienestar que comenzamos a quemar artículos antiguos confundiéndolos con viejos.
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