A finales de la Edad Media, cuando España se encaminaba a ser la nación más potente del mundo, al igual que le sucede hoy a EEUU o anteriormente a Inglaterra o Francia, las envidias de otras naciones se convirtieron en constantes acosos, verbales y no solo verbales.
Y en las naciones de nuestro entorno comenzó a correr una Leyenda Negra sobre nuestra monarquía y su proceder, incluido el clero, que todavía hoy no nos la hemos quitado de encima.
Es cierto que motivos los hubo, y demasiados, para que las malas lenguas pudieran justificar sus acusaciones, pero no muchos más que los que tuvieran aquellas otras naciones. Sin embargo, y eso es lo trágico, con el paso de los años ellos consiguieron liberarse de la nefasta imagen (en el caso de EEUU, todavía está por ver), mientras que nosotros, aún hoy, tantos años después, todavía continuamos con ese sambenito sobre nuestras espaldas.
¿Será cuestión de mala suerte, o quizás que no sabemos hacer las cosas bien? Porque si miramos cómo han dirigido nuestro destino en el pasado nuestros gobernantes, lo primero que nos acude a la mente es que no es cuestión de mala suerte.
Y como para terco un tonto, continuamos sin aprender, tercos además de soberbios, que nos aferramos al error convencidos de que son los otros los equivocados.
Con nuestro proceder, o sea, el de nuestros gobernantes actuales, no será fácil desterrar de nosotros la Leyenda Negra.
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