Buscar este blog

viernes, 26 de febrero de 2010

AL DIA

En los transportes públicos los conductores de autobuses tienen una norma que, al menos a mí, me saca de quicio. Y supongo que será una norma que impone la compañía, porque todos actúan del mismo modo.

Sucede en las cabeceras de trayecto. Llega el autobús, descienden los pasajeros y el conductor cierra las puertas y, o bien se queda en su asiento y lee el periódico o se baja a estirar las piernas o se entretiene hablando con algún compañero.

Hasta ahí, nada que objetar. Lo que ocurre es que entretanto se ha formado una cola que espera subir al autobús y que, naturalmente, con las puertas cerradas no tiene más remedio que esperar.

Y allí tiene usted a diez o veinticinco personas, de pie, pasando frío, o soportando la lluvia, o el sol, esperando que el conductor tenga a bien abrir las puertas.

Tal vez haya una explicación a esa falta de atención al viajero, pero a mí no se me ocurre ninguna. Y no porque no lo haya intentado, pero por muchas vueltas que le doy no llego a entenderlo.

Lo único que se me ocurre es que con esa actitud la compañía demuestra un gran desprecio al cliente, porque, ¿hay algún inconveniente en que los viajeros ocupen sus asientos en vez de tener que esperar de pie tres, cinco u ocho minutos soportando las inclemencias del tiempo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario