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jueves, 25 de febrero de 2010

AL DIA

A veces me conmueve oír decir a los políticos que trabajan para el ciudadano, para el bien del pueblo. Eso lo dicen en épocas preelectorales, principalmente.

No cabe duda que intentan hacernos creer que ellos están siempre al sevicio del ciudadano y trabajan con el pensamiento puesto en nuestro bienestar.

Seguramente le sucede a usted igual y también se conmueve ante tanta prodigalidad.

Pero a mí, se lo digo sinceramente, todo eso me parece una burda farsa, y que ni intención tienen de cumplir lo que dicen. Y buena muestra de ello la encontramos en los detalles cotidianos, y es que una cosa es la política de las altas esferas y otra muy diferente la de barrio. Intente usted, si no, acercarse a una de esas oficinas del estado, ministerio, ayuntamiento o similar, como persona llana del pueblo, sin tener un pariente, un amigo o un conocido que le pueda pasar por la puerta de personal y facilitar los trámites, y verá usted en qué se convierte la amabilidad prometida.

Le recomiendo que vaya preparado con algún calmante para los nervios en el bolsillo, que le hará falta. Y no solamente por las horas de espera, más aún por el trato.

Y tal vez esos políticos no nos quieran mentir cuando, despeinados y acalorados, nos prometen bienestar y otras muchas venturas, porque seguramente ellos interpretan que lo suyo, su labor y su profesión, es eso, hablar, prometer, entretener al populacho. Y en eso, hay que reconocerlo, han cumplido.

¿Ejecutar lo prometido? Preguntará asombrados si se les plantea la cuestión ¡Pero qué exigente es la gente! Es que lo quieren todo.

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