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lunes, 13 de junio de 2011

TEMAS DE TABERNA

Los españoles, que por regla general se definen apolíticos, dedican no obstante, gran parte de su tiempo a hablar de política. Aunque quizás mejor debiera decirse a hablar de los políticos. El resto del tiempo, los españoles suelen hablar de fútbol.

No es que todos sean así, claro está, porque los hay que solo hablan de uno de los dos temas, mientras que del otro dicen no entender nada, y por eso no opinan. Un rasgo de humildad que no hay que pasar por alto.

Son los menos, no obstante. Los más son los que entienden de ambos temas, y además con conocimientos profundos, a juzgar por las voces que lanzan cuando se reúnen con sus amigos en la taberna. A veces no es necesario ni entrar en una de ellas, porque se les escucha con claridad y brillantez al pasar por la puerta.

Y no solamente eso. Si se tercia, estos documentados también están en condiciones de dar lecciones sobre los toros y los toreros.

Uno se pregunta dónde han adquirido tanto conocimiento. Y de donde han sacado el tiempo para poder versar tan concienzudamente sobre estas dispares aficiones.

Vanas preguntas, porque si uno pone atención a lo que dicen pronto se percata de que suenan como un disco rallado. Se repiten mucho, como el ajo. Y la gracia que tienen, eso hay que concedérselo, es que levantan la voz por nada, se enfurecen y gritan en tono que no deja lugar a dudas. Casi avasallando, vaya.

Y al final, uno se da cuenta que lo que saben es gritar, saliendo con aires de vencedor cuando el interlocutor es una persona prudente y prefiere no enfrentarse a un fanático. Pero hay que verlos cuando al que se enfrentan es otro igual a ellos. Entonces el guirigay es enorme y ya nadie entiende nada. Tampoco los que discuten, que lo único que persiguen es salir airosos del fango en el que se han metido. Y como eso no es tan fácil por la sencilla razón de que ambos pretenden lo mismo, o sea, machacar al otro, entonces la saña se encona, las voces suben de tono y las palabras también. No tarda en aparecer el enfado y muchas veces, como las palabras ya no solucionan nada, salen prestos los puños a demostrar quién tiene razón.

Son simples historias que, por lo general, nunca llega la sangre al río, aunque, de vez en cuando, alguno de estos profesores de taberna prefiera romper una amistad antes que aceptar una derrota.

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