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sábado, 18 de junio de 2011

GRANDILOCUENCIAS

Las frases grandilocuentes es algo muy nuestro. Nos viene de antiguo. “Más vale honra sin barcos que barcos sin honra” – decía aquel gran señor tras el descalabro.

Alfredo decía que eso es consecuencia del orgullo, tan alejado de la humildad que, ante un error, en vez de reconocerlo nos lanzamos a la bravata. Somos así – se reafirmaba el joven Alfredo.

Junto a pomposas frases ha habido también en nuestra dilatada historia solemnes actuaciones. Ahí tenemos, si no, a Guzmán y a Moscardó que lo atestiguan. Y se podrá estar de acuerdo o no con sus actos, pero estos no se limitaron a la frase, sino que la acompañaron con hechos que, como mínimo, invitan a la reflexión.

Pero esas son las excepciones. Lo nuestro – seguía diciendo Alfredo, quien en este asunto no había quien le hiciera cambiar de opinión – es la explosión en el momento del arrebato. Y después, nada. Solo la frase, grandilocuente, pomposa, a veces hasta retorcida o apurando hasta el esperpento, por aquello de sacarle el jugo a lo que ya estuvo exprimido por muchos muchas veces antes que ellos.

Y después la satisfacción. ¡Qué contentos se quedan tras haber soltado la chorrada! ¿Ponerla en práctica? ¡Pero qué exigencias! – Decía Alfredo – es que lo quieren todo.

Alfredo admitía que, a veces, las frases eran ingeniosas. Pero eran las menos veces. Las más, lo que decían era grotesco, chusco y hasta tosco. Para avergonzarse, vaya. Aun así, para Alfredo eso era lo de menos. Lo que a él le mortificaba; lo que le daba mil patadas en las espinillas era que decían, decían, pero no hacían nada.

Palabras vacías. Nada más.

“Yo no pienso en adelantar las elecciones… sino en adelantar la recuperación de la economía” – había dicho el tonto de turno, después de llevar más de cuatro años sumidos en la miseria.

La frase habría estado bien si a continuación hubiera añadido algo más concreto a ese pensar vacuo. Pero con un pensamiento tan meditado se agotaron las energías, y… dentro de unos días otro pensamiento profundo de esos que hay que cavilar mucho.

Para que no digan.

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