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martes, 14 de junio de 2011

CONCIENCIA SERENA

Hubo una época que Amador tuvo dudas de que la educación recibida hubiera sido un acierto. Tienes que ser prudente y humilde en la vida – le decían constantemente – y no ser codicioso, y cuanto más practiques la virtud de respetar a tu prójimo tu conciencia más lo agradecerá.

Y Amador, durante muchos años vivió teniendo presente esas enseñanzas. Recibía zancadillas constantemente, pero él no se inmutaba, convencido de que su conducta era la correcta. Cuando alguien de su entorno avanzaba abriéndose paso a codazos, Amador se hacía a un lado y le cedía el paso. A su alrededor veía cómo otros avanzaban sin importarles los cadáveres que iban dejando a su paso, y él sentía lástima por ellos, pensando en las pesadillas que les causaría tantos desmanes cuando, una vez solos en su intimidad, repasaran los acontecimientos del día.

Años más tarde, en unos momentos de flaqueza, el diablo se introdujo en su vida y abordó el punto más vulnerable que solemos tener los hombres: la vanidad.

- Es cierto – pensaba – yo también podría correr tanto como esos que sin mostrar escrúpulos de ninguna clase, se superan cada día y alcanzan posiciones envidiables.

Hizo sus intentos, pero fracasó. Era incapaz de ir contra su sentir natural. Le pareció fácil hacer lo que hacían otros, pero acabó reconociendo que eso que a él le parecía tan sencillo viéndolo en los demás, a él le venía muy cuesta arriba, y pronto volvió a ser aquel que había sido siempre.

Él estaba contento con lo que tenía, y cuando veía a los demás cómo aligeraban el paso, lo primero que le venía a la mente era la cantidad de servidumbres de las que eran esclavos. Y se preguntaba si a pesar de tanta sumisión se sentirían felices.

Tal vez sí, ¿por qué no? – se decía. Lo que no es bueno para mí, no tiene por qué ser malo para otros.

Cierto. Pero a continuación Amador se preguntaba: ¿son esos comportamientos fruto del sentir natural de aquellos que así actúan o más bien la causa de esa conducta es la educación recibida?

Era una pregunta cuya respuesta le parecía obvia.

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