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viernes, 8 de octubre de 2010

HOMBRES DE ESTADO

En el ambiente se respira apatía, y sobre todo decepción hacia los políticos. Y es comprensible, porque las instituciones hacen agua por todas partes, el descrédito es generalizado, y ellos como si lloviera.
La sensación que tiene el ciudadano es que su entorno se deteriora a pasos agigantados y el gobierno se pasa las horas discutiendo si el de enfrente le ha mirado con los ojos entornados.
Y la oposición, como si se alegrara de tener por fin un tema importante a tratar, se enzarza en la discusión y arremete contra las miradas que le propina el gobierno, criticando que éstas son de reojo y además de color indefinido.
Y así se pasan días y semanas, discutiendo sobre sus intereses propios e intentando afianzar sus posiciones, que a fin de cuentas es todo lo que les importa, porque se han desmarcado tanto de la sociedad que ya no cuentan en volver a ella. Su profesión la entienden vitalicia, aunque sea a costa de tragar sapos, hacer el pino en público, o hacer el ridículo, que todo es lo mismo. Todo antes que perder uno solo de los tantos privilegios que les envuelven.
Y encima todavía querrán pasar a la posteridad como hombres de estado. Como estadistas. Qué humorada.

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