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lunes, 18 de octubre de 2010

CONFEDERACIÓN

El estado confederal que es al que los españoles nos dirigimos, en sí mismo, no es ni bueno ni malo, aunque aquí nos pongamos a lamernos las heridas antes de haber llegado. Es, simplemente, un sistema de gobierno como otro.
Como ejemplo nos sirve Suiza, o mejor, confederación helvética.
Discutir por la definición son ganas de hacer reír, porque "República", la expresión más difundida, es tanto un país que disfruta de grandes dosis de libertad como otro que llanamente es una dictadura pura y dura. Por lo tanto, dejémonos de llorar por la definición.
Lo que nos ocurre a los españoles es que nos asusta dar un salto de esa magnitud, y en cierto aspecto con razón, porque lo que defienden los partidarios de esa supuesta confederación, y eso lo saben los que se oponen, es romper España por el odio acumulado contra ella. Pero no romperla del todo, porque entonces no podrían seguir ordeñándola, sino erigirse en los nuevos directores y satisfacer así sus complejos tantos años socavándoles sus ánimos.
Solamente la predisposición de los hombres a vivir en armonía, y no como lo titulemos será lo que nos permita estar entre los primeros.

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