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jueves, 14 de octubre de 2010

EL BIEN COMÚN

El bien común, esa cosa abstracta que nos suena tan extraña, es una de las asignaturas pendientes que tenemos los españoles. Y eso que ya llevamos más de treinta años de democracia.
¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra? se preguntará usted. Pues, que si no tenemos conciencia del bien común, es difícil ser demócratas, porque una cosa es pensar en nuestro interés particular y defenderlo mientras no perjudiquemos a los demás, y otra es rebasar ese límite y mirar exclusivamente nuestros intereses sin que lo ajeno nos importe un carajo.
Y esas carencias democráticas las vemos a diario en la clase política, a todos los niveles, en el estatal, en el comunal y en el municipal, cuyos empleados no se esconden de favorecer a sus familiares o amigos empleándolos o solucionándoles sus asuntos con una ligereza pasmosa mientras usted guarda cola ante la ventanilla.
Esos beneficios para unos pocos que resultan un perjuicio para muchos es la asignatura que todavía no hemos superado. Son hábitos del siglo XIX que no hemos sabido erradicar, y mientras no nos desliguemos de ellos el bien común estará supeditado al bien privado, y seguirá frenando el camino a la democracia.
Pero, claro, ¿quién le pone el cascabel al gato?

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