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viernes, 23 de septiembre de 2011

LA CRUZ EN LA BANDERA (Salvador Moret)

Allá por los años sesenta, cuando la aviación civil comenzaba a ser asequible a la gran población y volar pasaba de viajar solamente los millonarios a volar por millones, hubo un incidente internacional que para gran parte del mundo pasó desapercibida.

Era la época de la guerra fría que enfrentaba a las dos potencias capaces, cada una de ellas por sí sola, de destruir el planeta unas cuantas veces. No existían más amenazas que pudieran asustar a la población. Claro que ya era suficiente con esas dos.

Pues, en esa época que el mundo tenía puesto los ojos en ese peligro potencial tan a flor de piel, es comprensible que el incidente protagonizado por Suiza en su parte pasiva, y países del Medio Oriente en la parte activa, pasara inadvertido. El suceso fue de corta duración, pero agudo. Al menos para los implicados.

Estos países prohibieron a la compañía de bandera suiza aterrizar en sus aeropuertos mientras la Swissair no eliminara la cruz de sus aviones. Hay que recordar que la bandera suiza consta de una cruz blanca sobre fondo rojo.

Presiones de una y otra parte, y muy a regañadientes, los musulmanes aceptaron que la cruz se posara en su suelo, y el incidente pronto pasó al olvido.

De eso hace ya muchos años. Entretanto, el mundo es otro. Las dos potencias que entonces mantenían la amenaza constante de la destrucción masiva, hoy se han apaciguado. En cambio han surgido otras fuerzas que tomando el relevo de aquellas, continúan amenazando la paz del mundo.

Y la cruz sigue siendo el centro del conflicto, pero con más virulencia que entonces.

Ahora nos desayunamos en que un pequeño grupo de musulmanes residentes en Suiza exigen que el país helvético cambie su bandera, porque dicen que es una ofensa para ellos tener que soportar constantemente la cruz ante sus narices.

La arrogancia de esta gente es inaguantable. Y sus exigencias fuera de lugar, por supuesto. Y que lleguen a Europa hambrientos y buscando sobrevivir, para que al poco tiempo afloren con semejantes reivindicaciones, aparte de mala educación, demuestran la ausencia de gratitud.

¿Y qué hacemos nosotros para contrarrestar tanta insolencia? Nada. O bien poco. ¿Y nuestras autoridades, hacen algo para acallar ese descaro?

El día menos pensado, estos que se sientes ofendidos por tener que soportar la cruz nos impondrán sus leyes, por las buenas o por las malas.

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