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jueves, 1 de septiembre de 2011

LOS FONDOS MONETARIOS (Salvador Moret)

Se oyen estos días muchas voces reivindicando nuestra autonomía. Que qué es eso de que nos marquen el paso desde Alemania.
Y curiosamente, a quienes más se les oye son a aquellos a quien España y quien la fundara les trae al pairo.
Hemos estado más de veinte años construyendo vías de comunicación de la más diversa condición por todo el país: carreteras, autopistas, ferrocarril. También hemos adecentado la gran mayoría de nuestras ciudades, y también hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades durante todo ese tiempo.
Y mientras tanto pocos se preguntaban cómo era posible el milagro. Que es lo que suele suceder cuando las cosas van bien, que nadie pregunte quién paga la ronda.
Pero, claro, nada es eterno, y el maná comenzó a menguar sin que nadie quisiera aceptarlo. Era más práctico mirar hacia otro lado y seguir viviendo a cuerpo de rey… aunque no fuera para todos por igual.
Y ahora vienen los acreedores y nos enseñan las facturas, que naturalmente nos cuesta aceptar. Y cuestión coincidente en todos los morosos: nos hacemos los remolones y buscamos las excusas propias del mal pagador.
Con eso creemos que engañamos a alguien, y resulta que los únicos engañados somos nosotros mismos, porque los acreedores siguen llamando a nuestras puertas, cada vez apretando un poco más las tuercas, hasta que se ponen exigentes, los muy avaros.
¡Y hasta ahí podríamos llegar!
¡Que se metan es su casa! – gritan unos. ¡Somos un pueblo soberano y nadie tiene por qué decirnos lo que tenemos que hacer! – vociferan otros.
Eso sería justo si no estuviéramos en deuda.
¿Deuda de qué?
De los miles de millones que han estado bombeando durante más de veinte años para que nosotros construyéramos ese AVE, esas autopistas, esa puesta a punto de nuestras ciudades, ese crecimiento que creíamos inacabable…
¡Ah, que usted creía que eso era obra del Espíritu Santo! ¡Vaya por Dios! Pues, no. No era el Espíritu Santo como tampoco fueron nuestros gobiernos los que llevaron a cabo el auge de los últimos veinte años. Éstos recibían el dinero y nos hacían creer que eran ellos los que hacían el milagro. Y nosotros lerdos que somos, creíamos que así era, que teníamos unos gobernantes muy capaces.
Y así habríamos seguido, en la inopia o mirando hacia otro lado si no nos hubiera sorprendido la crisis que nos ha hundido el chiringuito.
Y ya se sabe, donde no hay harina todo es mohína.

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