Esta palabra
me estremece.
Todos hemos
visto en más de una ocasión esos masivos desfiles, militares las más veces, que
nos presentan países con fuertes presiones sociales y de partido único; de
pensamiento único.
Actualmente
Corea del norte es probablemente el más representativo; también China. Y uno
que dejó una triste historia con sus muestras de poderío militar y que tan a
menudo vemos en reportajes del pasado reciente, fue la Alemania
nacionalsocialista de Hitler. ¡Qué perfección de conjunto! – podríamos decir si
obviáramos lo que escondía.
A mí se me
pone la carne de gallina cuando veo esos reportajes. Me asusto y me desmorono
moralmente. La unanimidad; el pensamiento único es la mejor muestra de la
intolerancia de los que lo defienden, porque es bien conocido que no hay dos
personas que piensen idénticamente. Es el respeto a lo diferente lo que
convence al hombre libre.
Las
dictaduras, con su pensamiento único y el 99,9% de la población apoyando al
estado, crean subordinación, encorsetan las mentes de los ciudadanos y arruinan
el futuro de sus pueblos.
Pero también
es sabido, y la experiencia nos lo ha demostrado muchas veces, que ese
porcentaje tan elevado de adhesión al estado jamás ha sido cierto, excepto en
aquellos cuentos infantiles que nos contaban de un rey justo y querido por todo
el pueblo, y cuando fallecía todos, y todos sinceramente, lloraban al monarca.
Esa calma
social que ofrecen las dictaduras es ficticia, porque lo primero que surge para
protegerlas son las prohibiciones. Y solo con una represión fuerte, dura e
implacable, a veces inhumana, es posible conservar.
No todos
viven mal en los estados de pensamiento único, claro que no. Y hasta los hay
que se hacen ricos. Pero hay que tener mucho estómago para medrar en esas
circunstancias. Y por supuesto, saber mirar hacia otro lado.
Cuando por
fin acabó el régimen nacionalsocialista de Hitler, pocos alemanes reconocían
saber lo que ocurría en los campos de exterminio, y es cierto que las
autoridades supieron llevarlo escondido, pero nadie, o muy pocos se preguntaban
qué sucedía con aquellos vecinos que de la noche a la mañana desaparecían del
barrio y nunca más volvían a verles. O con aquella familia que ostentaba un
pequeño negocio al que iban a comprar asiduamente. Un día se encontraban el
negocio cerrado y, sin hacer preguntas buscaban otra tienda donde abastecerse.
Eso sucedía a
diario en cada ciudad, en cada barrio, en cada pueblo. Y nadie se escandalizaba
por esas desapariciones. Eran judíos; tal vez de tendencia homosexual, o
gitanos; o simplemente con alguna tara física.
Es lo que
tiene el estado de pensamiento único. Los que saben nadar en aguas putrefactas
siempre tienen presente lo importante que es pasar desapercibido y no oponerse
a los criterios del régimen. Son los que posteriormente dirán: con ellos, yo
vivía bien.
Como tantos
alemanes a los que durante la guerra nunca les faltó la mantequilla y no
tuvieron motivos para criticar a Hitler y su régimen.
También en
España, durante la dictadura se oía decir: no te metas con el gobierno y
vivirás tranquilo. O lo que es peor: arrímate a buen árbol y tendrás sombra.
¿Será por eso
que hoy tenemos los gobernantes que tenemos?
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