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domingo, 3 de febrero de 2013

LOS SALARIOS DEL MIEDO por Salvador Moret


Los periódicos, a veces, exponen las noticias con una falta de tacto que desconcierta al lector. O tal vez, su estrategia es plantear las noticias de tal forma para que además de desorientarle le cabree.
Pero, no vamos a ser malpensados y concederemos que todo eso es fruto de la vorágine con que hoy se transmiten las noticias. Porque, nos estamos refiriendo a los periódicos sin papel tan de moda últimamente, y que se actualizan cada quince minutos.
Hoy mismo se podía leer en uno de estos periódicos cuatro noticias de esas que, si no fueran asuntos tan serios, podríamos decir que causan sonrojo. Aunque eso sería desvirtuar la realidad, porque lo que verdaderamente causan es rabia, cabreo y también dolor.
Estas noticias, acompañadas de las fotografías de los protagonistas, aparecen juntitas, una al lado de la otra dándose de bofetadas a juzgar por sus titulares.
Duran i Lleida dice que no piensa dimitir; que el partido asumió en su día la responsabilidad, despidió a los que hoy están acusados y bla, bla, bla, aquí paz y después gloria.
Jordi Pujol dice que él no tiene cuentas en Suiza y en cuanto a su hijo está seguro que es inocente de lo que se le acusa, y que por él pondría la mano en el fuego. Y en un rasgo de chulería propio del personaje, añade el ilustre que si su hijo es imputado tendrá amparo.
Ramoncín, el célebre cantante – probablemente más célebre por dedicaciones privadas que por su profesión – a quien se le acusa de asuntos turbios en la SGAE, dice que él es honrado, honesto e inocente.
El otro titular reza así: muere un sargento español mientras desactivaba una bomba en Afganistán.
Los tres primeros protagonistas son bien conocidos, por lo que no necesitan presentaciones, y el motivo de sus declaraciones es por asuntos confusos relacionados con grandes sumas de dinero que se supone han caído en sus bolsillos.
El cuarto, cuyo nombre hasta ayer solo conocían su familia y compañeros, sus ingresos eran las migajas que resbalan a personajes como los tres mencionados.
Y, leyendo estas noticias tan dispares, lo primero que a uno se le ocurre es, ¿merece la pena dar la vida por estos personajes, cuyo tiempo lo emplean maquinando cómo engrosar sus bolsillos con dinero público?
A esta primera pregunta sigue otra casi de forma automática; es decir, sin necesidad de mucha reflexión: ¿era eso lo que pretendía el periódico, que el lector cayera en la cuenta que nuestros políticos no se merecen un sacrificio tan grande por parte de los militares?
Si era así, lo ha conseguido, pero no lo vamos a tener en cuenta. Lo que no podemos obviar es, por ejemplo, cómo los policías, junto a los militares, por un salario del miedo arriesgan su vida y hacen frente a criminales y manifestantes, tan violentos estos como aquellos, para que queden libres a las pocas horas, gracias a las leyes que emiten los políticos desde sus cómodas y ampliamente retribuidas posiciones.
Con esas abismales diferencias de clases en la sociedad que vivimos, en las que sin darnos cuenta nos vemos involucrados, ¿sería injusto incumplir la ley?

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