Los
periódicos, a veces, exponen las noticias con una falta de tacto que
desconcierta al lector. O tal vez, su estrategia es plantear las noticias de
tal forma para que además de desorientarle le cabree.
Pero, no
vamos a ser malpensados y concederemos que todo eso es fruto de la vorágine con
que hoy se transmiten las noticias. Porque, nos estamos refiriendo a los periódicos
sin papel tan de moda últimamente, y que se actualizan cada quince minutos.
Hoy mismo se
podía leer en uno de estos periódicos cuatro noticias de esas que, si no fueran
asuntos tan serios, podríamos decir que causan sonrojo. Aunque eso sería
desvirtuar la realidad, porque lo que verdaderamente causan es rabia, cabreo y
también dolor.
Estas
noticias, acompañadas de las fotografías de los protagonistas, aparecen
juntitas, una al lado de la otra dándose de bofetadas a juzgar por sus
titulares.
Duran i
Lleida dice que no piensa dimitir; que el partido asumió en su día la
responsabilidad, despidió a los que hoy están acusados y bla, bla, bla, aquí
paz y después gloria.
Jordi Pujol
dice que él no tiene cuentas en Suiza y en cuanto a su hijo está seguro que es
inocente de lo que se le acusa, y que por él pondría la mano en el fuego. Y en
un rasgo de chulería propio del personaje, añade el ilustre que si su hijo es
imputado tendrá amparo.
Ramoncín, el
célebre cantante – probablemente más célebre por dedicaciones privadas que por
su profesión – a quien se le acusa de asuntos turbios en la SGAE, dice que él
es honrado, honesto e inocente.
El otro
titular reza así: muere un sargento español mientras desactivaba una bomba en
Afganistán.
Los tres
primeros protagonistas son bien conocidos, por lo que no necesitan
presentaciones, y el motivo de sus declaraciones es por asuntos confusos relacionados
con grandes sumas de dinero que se supone han caído en sus bolsillos.
El cuarto,
cuyo nombre hasta ayer solo conocían su familia y compañeros, sus ingresos eran
las migajas que resbalan a personajes como los tres mencionados.
Y, leyendo
estas noticias tan dispares, lo primero que a uno se le ocurre es, ¿merece la
pena dar la vida por estos personajes, cuyo tiempo lo emplean maquinando cómo
engrosar sus bolsillos con dinero público?
A esta primera
pregunta sigue otra casi de forma automática; es decir, sin necesidad de mucha
reflexión: ¿era eso lo que pretendía el periódico, que el lector cayera en la
cuenta que nuestros políticos no se merecen un sacrificio tan grande por parte
de los militares?
Si era así,
lo ha conseguido, pero no lo vamos a tener en cuenta. Lo que no podemos obviar
es, por ejemplo, cómo los policías, junto a los militares, por un salario del
miedo arriesgan su vida y hacen frente a criminales y manifestantes, tan
violentos estos como aquellos, para que queden libres a las pocas horas,
gracias a las leyes que emiten los políticos desde sus cómodas y ampliamente
retribuidas posiciones.
Con esas
abismales diferencias de clases en la sociedad que vivimos, en las que sin
darnos cuenta nos vemos involucrados, ¿sería injusto incumplir la ley?
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