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miércoles, 20 de febrero de 2013

LA CRÍTICA, ESO TAN APETECIBLE por Salvador Moret


Resaltar la paja que asoma por el lacrimal del ojo ajeno y no ver la viga que nos ciega el horizonte es tan antiguo como el hombre.
Actualmente, y no solamente en España, los personajes públicos están dando unos ejemplos de egoísmo e insolidaridad que asustan. Los actos de corrupción surgen cada día como setas por todos los rincones, motivos para que los medios de comunicación nos abrumen cada mañana con sus alarmantes titulares.
Y, al contrario de lo que podría esperarse, a saber, que de tanto escuchar la misma música acabáramos aburriéndonos, muy al contrario, la gente anda cada día más alborotada.
A lo mejor, tal vez sea esa precisamente la intención de los medios. Ve tú a saber. Se ven tantas cosas extrañas.
Pues, como veníamos diciendo, los casos de corrupción son constantes, y lo curioso es que la escalada es tan llamativa que el caso de hoy arrincona al de ayer, que irreflexivamente pasa al olvido, y que a su vez, con toda seguridad, el de hoy quedará anulado mañana.
O sea, mucha tela para cortar en las tertulias de una barra, en las reuniones familiares, en los puestos de trabajo, y en toda ocasión cuando se encuentran dos conocidos.
Lo cierto es que esos personajes públicos dan motivos para esas críticas y mucho más. No lo vamos a discutir.
Pero pocas veces escuchamos en esas sátiras y ataques a los personajes en cuestión, las causas, el origen o el por qué se ha llegado a esta situación de caos, abandono, y de sálvese quien pueda.
Y es que, estos personajes que hoy ocupan las instituciones que nos dirigen son los mismos que ayer se sentaban a nuestro lado, y que por una serie de casualidades ellos han despegado y la gran mayoría no.
Se podrá decir que ellos han avanzado más porque carecen de vergüenza o porque tienen más cara que espalda, y a lo mejor es cierto. Pero, ¡qué más da!
Lo que no cabe dudar es la circunstancia que les caracteriza: el atrevimiento. Son osados en extremo.
Porque, vamos a ver. Ellos se mueven en círculos donde las cifras se manejan en cantidades astronómicas, por lo tanto, si distraen algunos millones, que para el resto de los mortales es una enormidad, para ellos pueden significar solo calderilla.
Y los demás, que se mueven en círculos más modestos, tan es así que cien euros se los miran y remiran antes de gastarlos para no llegar a final de mes sin blanca, sus aspiraciones de distraer algo en su favor, como se comprenderá, son muy limitadas. Lo que no quiere decir que no esté dispuesto el chaval a distraer lo que esté a su alcance. Igual que los personajes públicos, ¿por qué no?
Así sucede que tanto el industrial como el comerciante, se afanan por distraer parte de sus negocios con la buena intención de ocultar al fisco sus verdaderas ganancias. O con el profesional que ofrece sus servicios al público. Y con cada uno de nosotros que al pagar esos servicios nos escandalizamos si nos añaden el IVA.
-          Oiga, ¿no podría usted eliminar el impuesto? – arriesgamos a insinuar. O en el peor de los casos, más decididos, amenazamos con ir a la competencia.
Sí, es fácil criticar a los demás, pero de una sociedad corrompida no podemos esperar muchos actos virtuosos u honorables. Ni de unos ni de otros.
La pregunta es: ¿podemos aspirar a que cambien nuestros hábitos?
Difícil. Muy difícil.

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