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miércoles, 7 de noviembre de 2012

DEMOCRACIA por Salvador Moret


Seguramente a usted también le llama la atención la de veces que repiten la palabra democracia. Me refiero a los políticos, claro, porque el resto de los mortales las escasas veces que la pronuncian es precisamente para quejarse de su ausencia.
Es posible que a ellos, a los políticos, les suene muy bien. Aunque de tanto repetirla suena a hueco.
Y supongo que cuando en un discurso de menos de un minuto, el político de turno ha pronunciado la célebre expresión más de tres veces, también a usted le vendrá en mente aquello de que “dime de lo que presumes y te diré…”
Será, digo yo, porque la mala conciencia les traiciona y sienten esa imperiosa necesidad de justificarse.
Me refiero, en eso de la mala conciencia, a los políticos que todavía recuerdan que democracia es aquella doctrina política que involucra al pueblo a tomar parte activa en las decisiones generales del gobierno. Porque los otros, los políticos que han olvidado lo que significa, o tal vez nunca lo supieron, esos seguro que ni lo tienen en cuenta.
El caso es que estos que nos han tocado en suerte consideran que la participación del pueblo se limita a introducir una papeleta en la urna cada cuatro años, y con esta acción les dejamos el camino libre y despejado para ejercer su profesión sin ocuparse más del pueblo. Porque, reconozcámoslo, ellos ejercen la política igual que el matarife degüella cerdos o el mecánico arregla coches, y con el mismo derecho a herencia como cualquier otro, pasando la profesión de padres a hijos, como suele suceder en otras tantas profesiones.
Esta es la primera exposición errónea que salta a la vista de lo que para ellos significa democracia. Que en vez de errónea sería más justo decir egoísta.
Pero podríamos darnos por satisfechos si fuera la primera muestra y la última, porque, lamentablemente, a continuación, como las cerezas, vienen unidos una infinidad de actos que podríamos definir, sin riesgo a equivocarnos, de malas artes.
Son tantos los ejemplos que basten tres o cuatro para hacernos una idea de lo alejados que estamos de ser demócratas o, dicho de otro modo, vivir en democracia.
Son vicios que nos quedan tras la larga dictadura, y que los políticos no desean cambiar, porque el primer paso sería ir a votar con listas abiertas. Las listas cerradas delatan la tendencia dictatorial de los políticos.
Después podríamos añadir eso de políticos sin privilegios económicos, sociales ni judiciales.
A continuación eliminación de subvenciones a los partidos, a los sindicatos y a los miembros de los partidos y adyacentes.
Y sobre todo, cuentas claras entre ingresos y gastos.
Son, como digo, algunos ejemplos, que mientras no se subsanen, probablemente ni a usted ni a mí nos podrán convencer de que vivimos en un estado demócrata.
Ahora bien, es cierto que para vivir en un estado plenamente demócrata, el ciudadano queda obligado a participar en las actividades de la comunidad, y aquellos que no están dispuestos a ofrecer esa contrapartida y prefieren eludir las obligaciones están condenados a vivir bajo el régimen de una dictadura. 

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