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viernes, 6 de abril de 2012

¿QUÉ SERÁ DE ELLOS? (Salvador Moret)


Hace mucho tiempo de aquellos sucesos, es cierto, pero los protagonistas, si no todos, muchos todavía están entre nosotros.
Tal vez uno de ellos sea ese tertuliano que sin gran entusiasmo reniega de la época de la dictadura, intentando con esa postura alejar posibles sospechas.
O quizás lo sea ese vecino que siempre sale defendiendo a Franco y sus prácticas, y que con modos poco meritorios se enfrenta a todo aquel que opina diferente.
No sé, pero tal vez no fueron tantos, aunque no importa, porque el caso es que muchos o pocos, después de tantos años, cuando aquellos sucesos casi se recuerdan como anécdota, cabe preguntarse, ¿qué será de ellos y sus conciencias?
Eso, sus conciencias.
Estamos hablando de los torturadores. Los esbirros que llevaban a cabo las órdenes de sus superiores, sí, pero que no pocas veces aportaban brochazos de su propia voluntad cuando se cebaban con sus víctimas, y así creer estar ganándose la admiración y el cálido aliento de sus señores, sin que se les ocurriera pensar en el acto servil que supone tal comportamiento.
Son muchos los que hablan de la represión que soportaron en aquella época; de las carreras que hacían delante de los grises; de las detenciones que sufrieron; de las torturas en las cárceles franquistas…
Suena exagerado, porque algunos de los que se quejan, por su aspecto uno podría pensar que aun no habían nacido. Pero eso es otra cuestión.
La realidad, y aunque muchos de los que aseguran haber sufrido torturas lo cuenten de oídas, es que hubo carreras; hubo encarcelamientos; y hubo torturas. ¡Y alguien tuvo que ser el ejecutor!
¿Quiénes eran esos carceleros? ¿Dónde están ahora? Y lo más importante: ¿Cómo soportan sus conciencias?
¿Acaso se avergüenzan de los actos cometidos? ¿Se arrepienten? ¿Tendrán remordimientos? Y si los tienen, ¿pueden convivir con ellos?
Es de suponer que habrá de todo, claro. Pero uno reflexiona y se imagina que para muchos de aquellos esbirros no debe ser fácil enfrentarse a su pasado, ahora que, a pesar de las discrepancias existentes, parece que hayamos alcanzado el raciocinio y también que hayamos comprendido que podemos convivir sin necesidad de llegar a extremos inhumanos.
Entonces, uno sigue preguntándose, ¿Se plantearán aquellos esbirros en algún momento lo inútil de sus acciones? ¿Reflexionarán estos personajes sobre el daño que hicieron? ¿Tal vez, todavía hoy, después de tantos años, justifican sus actos? ¿Los volverían a cometer?
¡Ay, la conciencia humana; tan cerca y tan lejos de nosotros!

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