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domingo, 8 de abril de 2012

¿QUIEN ES EL PECADOR? (Salvador Moret)


Desde hace unos cuantos años venimos escuchando las quejas de los exaltados sobre la decadencia de la televisión.
-          Son demasiados programas basura, cuyas únicas enseñanzas que nos transmiten son de la más baja estofa – suelen decir.
Y son tantos los que así se expresan que es de suponer que será así. Pero, qué le vamos a hacer, es lo que tenemos.
No vamos a pedirle peras al olmo, como tampoco vamos a pedir a los personajes, los que vemos en la pequeña pantalla y los que quedan ocultos detrás de ella, que nos enseñen dotes culturales cuando carecen de ellas.
No nos engañemos, ni nos enfurezcamos por tener que mirar esa bazofia (a fin de cuentas las mira quien quiere), porque en definitiva lo que nos enseñan no es otra cosa que nuestro reflejo, nuestro propio retrato. Es decir, son el pueblo, el mismo al que pertenecemos.
Y no seamos hipócritas, no critiquemos lo que tantos espectadores se regodean mirando diariamente.
Porque está muy claro. Si fueran pocos los que miran esos programas bazofia, se eliminarían por sí solos.
Sucede otro tanto con las prostitutas, sobre las que recaen todas las miradas cuando de criticar la prostitución se trata.
A las mujeres que ejercen la prostitución se las señala con el dedo acusador como única causa del vicio, y la sociedad, distraída y cómoda, como le viene tan cuesta arriba pensar, se olvida de los que pagan y arremete contra las que cobran.
También aquí la sociedad comete un gran error, porque si no hubiera clientes la profesión no tendría continuidad.
¡Ah, que no se puede abolir! Pues, muy bien. No lo critiquemos.
Podríamos decir lo mismo de otros muchos campos. Por ejemplo, de los políticos.
Es posible que la mala fama que sufren los políticos la hayan ganado a pulso, pero no divaguemos, ellos son también un reflejo de la sociedad de la que formamos parte. Por eso nos vemos reflejados en ellos. Y por eso muchos de los que les critican, en el fondo envidian al personaje porque quisieran estar en su lugar, figurar como ellos, y tener sus privilegios.
En realidad, sus críticas expresan que en su más íntimo sentir lo que ansían es ocupar su puesto.
Y modestamente, cabe preguntarse si nosotros lo haríamos mejor.
Podremos decir de ellos que son ambiciosos, egoístas, y muchas cosas más, pero es lo que hay. Salen del pueblo… elegidos.
Y aquí ya no cabe la pregunta, somos nosotros, y no ellos, los culpables. Lo mismo que en la televisión. No es ésta, sino los espectadores. Como no son las prostitutas, sino los clientes.
Al menos a partes iguales.

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