Buscar este blog

sábado, 7 de abril de 2012

LA DISCUSIÓN (Salvador Moret)


Las imágenes que mostraba la televisión eran dantescas. El fuego arrasaba aquel edificio de dimensiones inmensas. Y los bomberos, que disponían de los medios técnicos más avanzados, se veían impotentes para rescatar a tanta gente que, inútilmente, asomándose a las ventanas intentaba huir de las llamas.
Los reporteros preguntaban a los curiosos que, desde la distancia, presenciaban la tragedia. Y sus respuestas eran de mucho dolor y pena, pero su conducta, sin gestos ni artificios aparatosos, parecían no corresponder a tanta desventura.
Este proceder originó una acalorada discusión entre los tertulianos.
-         Para nosotros es extraño su proceder, como es un error juzgarles desde nuestra perspectiva – decía Andrés, el más sensato – los orientales tienen un sentido de la vida diferente al nuestro, y…
-         ¡Y que lo digas! – interrumpió Hidalgo, el intelectual, según él mismo se definía – ¡Cómo vamos a entender a unos tipos que para hacer huelga trabajan el doble! – y rio su gracia.
-         ¡Hombre, ya ha salido tu vena! – exclamó Dionisio, el seminarista – A ti, a pesar de las desgracias que estamos viendo solo se te ocurre pensar en la huelga, como buen sindicalista, claro está.
-         No digas tonterías, Dionisio – saltó Ramiro, de la cuerda de Hidalgo – que a ti también te sale la vena enseguida. Tenías que haber terminado la carrera, ¡hombre! Lo que dice Hidalgo es cierto. Huelga significa no trabajar, lo demás son esquiroles.
Se armó un barullo hablando todos a la vez; cada uno quería imponer su punto de vista sin escuchar a los demás. Cuando se calmaron, Andrés tomó la palabra. Lo intentó.
-         No podemos hacer comparaciones, porque…
-         ¡Qué comparaciones ni historias! – interrumpió Hidalgo de nuevo – con la desgracia que les ha caído y no les ves ni una lágrima. ¿Acaso tienen sangre estos tíos?
-         Eso es lo que pretendo explicar – apuntó Andrés, en tono sosegado – que desde nuestra cultura no lo podemos entender…
-         ¡Qué dices de cultura, es cuestión de genio, que no tienen! ¡Nada más! – rebatió el intelectual.
-         Tiene razón Hidalgo – apoyó Ramiro, a quien a sus espaldas llamaban el papagayo, porque siempre repetía lo que decía su superior – cuando hay motivos para reír, hay que reír, y cuando hay que llorar, pues a llorar. A lágrima viva, si es necesario. Los demás tienen que saber que uno lo está pasando mal, porque si no, sucede como a esos orientales, que uno no sabe si sufren o se alegran.
-         Qué poca sensibilidad tenéis – espetó Dionisio – estáis viendo la desgracia ajena y os lo tomáis a risa.
-         Aquí nadie se lo toma a risa – respondió Hidalgo – lo que estamos diciendo es que a estos tíos no les afectan las desgracias.
-         No creo que sea eso, sino que son culturas distintas – apuntó una vez más Andrés – Es posible que ellos interpreten que las penas son de cada uno, y no para compartir.
-         Tonterías, y más tonterías – saltó de nuevo Hidalgo – Lo que yo veo en esa gente es que encima son tontos. ¿Habéis visto que alguien exija explicaciones de quién es el culpable?
-         Exacto – se apresuró a ratificar Ramiro – tienen que haber dimisiones, y rápidamente formar una comisión para encauzar las subvenciones…
-         No os vayáis por las ramas – decía Andrés – que lo más probable es que haya sido una desgracia fortuita.
            Pero nadie le hacía caso. El altercado se había intensificado, y como la palabra no era suficiente porque nadie escuchaba a nadie, comenzaron a hablar las manos…
            Andrés, horrorizado, se preguntaba: ¿es cuestión de temperamento o es cuestión de educación? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario