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En abril tendrás que ingresar en el pórtico – dijo la
agente con la indiferencia que caracterizaba a los oficiales. Y para que Igor,
código I33R, lo entendiera, añadió – Tienes ochenta y dos años y has dejado de
trabajar hace dos, y además recibes tres medicamentos crónicos. Has llegado a
la última fase.
-
¿Podrías darme la información? – inquirió Igor con aparente
resignación.
-
No nos queda, con los planes quinquenales del ahorro,
han dejado de editar los folletos. Pero puedes informarte en “Pórtico del
Edén”.
Igor ya
conocía esa información. Muy escueta, por cierto. Se resumía en que al “Pórtico
del Edén” se ingresaba sin ninguna pertenencia. Solo con lo puesto. Y con el
ánimo alto.
-
¡Vaya insolencia! – pensaba Igor cada vez que entraba
en dicha página.
Transcurrieron
los seis meses hasta la siguiente revisión de obligado cumplimiento. Seis meses
que Igor supo aprovechar en su beneficio.
Cuando en
abril se presentó a la revisión, rebelde como era, llegaba con un plan para
resistirse al ingreso en el “Pórtico del Edén”, ese lugar en el que se
ingresaba para nunca más salir.
Muy al
contrario de cómo había visto llegar a sus conocidos anteriormente a este lugar
del no retorno, Igor no llegaba resignado ni cabizbajo. Él todavía se sentía
con capacidad para pensar y discernir, y no estaba dispuesto a que le
sacrificaran como un cordero solamente porque tras dos años de jubilación, el
imperio decidía que era una carga para la sociedad.
Primero se le
ocurrió no acudir a la revisión de abril, pero con el férreo control que pendía
sobre la población, le pareció que eso era un riesgo sin posibilidades de
éxito. Antes de veinticuatro horas ya le habrían localizado.
Su plan
consistió en algo más sutil. Atrevido, es cierto. Y también arriesgado, pero
eso formaba parte de su personalidad. Toda su vida transcurrió al borde de la
temeridad, por lo tanto, ahora que no tenía nada que perder, no se iba a
acobardar.
Igor sabía que
en el departamento de revisión, más que en el resto de las dependencias, los
oficiales eran gentes que actuaban como autómatas. Si el informe decía que el
código R214P tenía ochenta años, automáticamente le concedían la jubilación,
así el individuo que respondía a ese código afirmara y demostrara ser menor de
quince años. Casos se habían dado.
Experto en
grado destacado como era Igor en el campo informático, no le resultó difícil
acceder al núcleo del departamento de revisión y cambiar su expediente. El
riesgo era que coincidiera la misma agente A121C de la vez anterior. Pero ese
era su reto. Si le descubrían tendría que soportar la tortura como castigo
antes de entrar en el “Pórtico del Edén”.
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Tampoco es tanto lo que me juego – pensó Igor.
La jugada le
salió bien. Una vez más la fe en su buena estrella no le defraudó. Ahora podría
seguir con la formación de grupos subversivos, labor que llevaba ejerciendo de
forma clandestina desde muchos años antes.
Instruido en
épocas antiguas y desafiando a la tiranía que enseñaba lo contrario, de forma
clandestina Igor conocía costumbres de anteriores imperios, y todos, sin
excepción, en su afán de controlar al pueblo siempre intentaron despojarle de
eso tan íntimo como es pensar. Pero a lo sumo, solo conseguían privarle de
libertad… y atontar con sus discursos fofos y monótonos.
Este imperio
sería uno más que fracasaría en sus intentos de adormecer al pueblo. Él se
encargaría de eso.
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