Las noticias que nos llegan continuamente son para encender la sangre a cualquiera. Y la verdad es que no me explico cómo es que todavía continuamos como si el mundo estuviera en orden.
De una parte se habla de los trabajadores que diariamente pasan a engrosar las cifras de parados, y de éstos, los muchos que hace tiempo dejaron de percibir ingresos del paro.
Pero es que, además, muchos de los afortunados que conservan su puesto de trabajo, no alcanzan a cobrar mucho más de mil euros mensualmente, o sea doce mil o quince mil euros al año, y los más afortunados entre los afortunados, quizás doblan esta cantidad, pero ya no son tantos, y todavía muchos menos los que la triplican.
Para alcanzar cifras superiores nos hemos de adentrar entre la casta de los privilegiados, como son los políticos o puestos similares a los de éstos. Y cuando constatamos las cifras que se barajan por estos lares, no sé a usted, pero a mí me suena obsceno.
Y la indignación sube rápidamente de grados cuando nos concienciamos de que es precisamente en estos círculos políticos donde, además de unos salarios que hacen sonrojar a cualquiera medianamente honesto, se practican con desbocada avaricia los actos de corrupción más humillantes para aquellos que todavía creen en esa casta de sinvergüenzas.
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