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viernes, 22 de enero de 2010

AL DIA

El hombre, ese ser tan complejo, es capaz de llevar a cabo, al mismo tiempo, lo más sublime y lo más abyecto. Al alcance de la mano tenemos ejemplos que lo confirman continuamente, aunque este fenómeno salta más a la vista en las desgracias. Una muestra de ello lo estamos viendo tras el terremoto de Haití.

Y es que en las catástrofes donde las víctimas se cuentan por miles, es emocionante ver cómo por todas partes surgen almas de buena fe prestos a la ayuda. No me dirán ustedes que no es un acto elogiable.

La parte ingrata aparece cuando alguien nos abre los ojos y nos advierte de que la prioridad de muchas de esas organizaciones tan predispuestas, no consiste en ayudar sino en promocionarse. O sea, en salir en la foto. Y tampoco me negarán ustedes que el acto no es abominable.

Y siendo todo esto rechazable, lo peor de todo es cuando nos enteramos que hay quien, además, hace negocio de la desgracia de los demás.

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