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miércoles, 27 de enero de 2010

AL DIA

Me llama don Francisco para recriminarme que me he quedado a medias en mi comentario del otro día. Que él no solamente se irrita y se sube por las paredes cuando espera en la cola de la caja de un banco y observa el desinterés que muestran el resto de los empleados por los clientes.

Y él añade, con toda la razón, que eso sucede en cualquier organismo al que, por desgracia nos vemos obligados a acudir demasiado a menudo para solventar cualquier trámite de esos que no podemos evitar.

Pone como ejemplo don Francisco, cualquier oficina de la compañía de la luz, del gas, del agua, un ayuntamiento, un ministerio... y así una lista que no cabe en este folio.

Para mi aclaración, añade don Francisco, empleados al servicio del público que son, me sienta como una patada en la espinilla estar con el numerito en la mano y ver que de las 15 ventanillas que hay, 6 están fuera de servicio, que curiosamente, no son siempre las mismas, porque van rotando.

"Es la hora del desayuno", dice alguien a mi lado, tan enfadado como yo...

Y don Francisco sigue dejando lastre.

Tiene toda la razón. El cliente no se merece esos actos de desprecio.

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