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sábado, 6 de octubre de 2012

¿SOMOS DE FIAR? Salvador Moret


Esas declaraciones que hacen ciertos gobiernos de la Unión Europea de España encienden la sangre a cualquiera. A cualquiera de los penibéticos, claro. Desde más allá de los Pirineos nos miran con desconfianza, nos tratan de vagos e informales, nos quieren cerrar el grifo del crédito, y todo eso porque dicen que las ayudas las utilizaremos para seguir holgazaneando.
Es muy injusto, y es lógico que aquí más de uno eche chispas contra los finlandeses, los holandeses, los alemanes, y todos los que van llegando con esas exclamaciones ofensivas hacia nosotros.
Pero cuando nos sosegamos y miramos alrededor y observamos ese  vasto panorama de los ERES con los secesionistas al fondo nos ponemos a temblar. Y si seguimos mirando seguimos viendo cómo todos, sí todos esos que en alguna ocasión ocuparon puestos de importancia en el gobierno – escasas veces con acierto, hay que advertir –  y vemos cómo antiguos ministros y jefes del estado, antiguos secretarios de estado, antiguos cargos públicos, todos ellos, digo, los vemos ocupando cargos tal vez de menor importancia, pero tan bien o mejor remunerados que los puestos que ocuparon anteriormente – a pesar de sus errores que después pagamos los demás, hay que insistir. Y con este panorama uno entiende el escepticismo que despiertan nuestras demandas de ayuda en aquellos que han de soltar el dinero.
En una palabra: no somos de fiar.
Podremos sentirnos ofendidos, y hasta cabreados, pero por mucho que nos duela, recogemos la mies de lo que hemos cosechado.
Es lamentable, y hasta injusto, que la mala labor de unos gobernantes ineptos y egoístas, recaiga siempre y exclusivamente sobre los pueblos. Pero siempre fue así, para desgracia del pueblo. La gente, que lo que quiere es trabajar y poder vivir con cierta dignidad, deja en manos de los políticos – en parte de buena fe y en parte porque no tiene otra opción – las decisiones de su futuro, y cuando llega la hora de presentar cuentas el único chivo expiatorio de la mala gestión de los sátrapas, es el pueblo. Nunca un político admitirá un error o una equivocación.
Y la historia se repite por los siglos de los siglos.
En otras épocas la mala gestión de los políticos abocaba a la gente a la guerra. Hoy abocan a la gente humilde a la miseria, que no es tan sangrienta pero no es menos nociva, mientras ellos, encerrados en sus círculos impenetrables, siguen disfrutando de sus privilegios, y se niegan, por activa y por pasiva, a ceder uno solo de ellos.
Tal vez el mismo pueblo sea el culpable de esta situación, que sin pretenderlo ha alimentado a una fiera que se ha convertido en un monstruo y que amenaza con devorarnos.
Y en estas circunstancias, ¿usted prestaría dinero a alguien que, insaciable, manirroto y derrochador, engulle sin medida todo lo que queda al alcance de su mano?
Podremos sentirnos molestos o enfadados con nuestros vecinos, pero si hasta nosotros reconocemos los abusos de nuestros políticos, ¡cómo no van a desconfiar de ellos los demás!
Solo de pensarlo siento pavor.

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