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domingo, 21 de octubre de 2012

LA LEY DEL PÉNDULO por Salvador Moret


Parece ser que últimamente, según anuncia la iglesia, hay una nueva ola entre los jóvenes que retornan a la fe cristiana. De lo cual se desprende que ha habido una época de alejamiento. Los mayores saben del fenómeno.
Porque en los años cuarenta y posteriores, cuando la iglesia dominaba los más diversos aspectos de la vida del ciudadano y junto al estado se permitía hacer y decir cosas que hoy por excedidas nos hacen dudar de la verdadera finalidad de aquellas enseñanzas, la gente acudía en masa al culto dominical, unas veces sumisa y otras intimidada.
No eran todos, pero sí una mayoría.
Poco después, cuando las relaciones entre la iglesia y el estado comenzaron a distanciarse, coincidiendo con la apertura a cierta libertad de expresión y el acceso a otras culturas, la gente comenzó a alejarse de la institución. Muchos, horrorizados de lo que habían tenido que escuchar.
No fueron pocos los que se dieron cuenta de que no había sido escuela de religión, sino enseñanzas de animadversión y trato como se trata a personas de inteligencia menguada. Decían, por ejemplo, que los protestantes eran poco menos que salvajes ignorantes. A otras culturas y religiones se las consideraba como almas perdidas a las que había que mirar con lástima por su desgracia de no conocer las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana.
Y que éramos la reserva espiritual del mundo nos hizo creer que más allá de los Pirineos solo existía la noche.
Después, nada extraño, sobrevino el desencanto y la decepción. La devoción que mostró esa generación cayó a niveles que asustó a la iglesia, que, sin mencionar sus errores, se aprestaba a iniciar la travesía del desierto.
Muchos años más tarde, los jóvenes parece que vuelven a escuchar la palabra de Dios, con una iglesia adaptada a los tiempos que corren.
No todos los jóvenes, pero sí una buena parte de ellos.
Este acaecer de los acontecimientos es una prueba palpable de la eterna ley del péndulo que muchos conocemos, pero que al parecer, aquellos que dirigen nuestro destino todavía no han oído hablar de esa ley tan elemental.
Esos ciclos, en los que se alternan la aceptación y el rechazo, se producen en todos lo aspectos de la vida en común, y es consecuencia del proceder del hombre cuando se siente poderoso y, a veces sin pretenderlo y en ocasiones empleándose a fondo con saña, tiende a abusar de su poder, causando graves daños en el subordinado que, más tarde, al descubrir que ha sido objeto de manipulación se siente humillado y con deseos de resarcirse de los agravios sufridos.  
Viendo lo que actualmente está sucediendo en Cataluña, cuyas actuales enseñanzas son torcidas, tendenciosas y malintencionadas, ese cambio de ciclo llegará también a los catalanes, porque cosas como que el Ebro es un río catalán, como si naciera en Mora del Ebro; o que los romanos alcanzaron Cataluña, y por desinterés en el resto de la península no pasaron de ahí; o que Cataluña siempre fue autónoma hasta que la invadieron los españoles, son enseñanzas tan ridículas y alejadas de la verdad que cuando pasen los años, esos jóvenes de hoy accederán a otras lecturas y descubrirán la de sandeces que se les inculcó en su juventud.
Y no habrá que extrañarse que maldigan a los responsables que los tomaron por idiotas.

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