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sábado, 21 de mayo de 2011

ELECCIONES

Mañana, por fin, votaremos. Hoy es el día de reflexión. Paradójica expresión en una sociedad que no reflexiona. Sería mejor decir día de descanso, por aquello de que los políticos han empleado los últimos quince días en prometer hasta lo imposible.

Lo han hecho con esfuerzo – va en ello su cómoda posición – aunque las campañas en España duran cuatro años. La diferencia consiste en que los últimos quince días redoblan sus promesas, mientras que el resto del tiempo lo dedican a hacernos creer que cumplen lo que prometieron anteriormente.

Con todo, lo que más me ha llamado la atención ha sido el desvío de los mensajes, hasta el punto que durante unos días llegué a creer que estábamos ante unas elecciones a la presidencia de gobierno.

Que si unos u otros; que si el presidente o el jefe de la oposición. Pero poco o nada sobre los problemas locales, de la comunidad o del ayuntamiento, que es donde en realidad se hace la política que más directamente nos afecta.

Llevamos treinta años con esto de las votaciones y todavía parece que tomemos el acto como algo excepcional que hay que celebrar con gran alboroto, enormes concentraciones, griterío y no poco escándalo.

¿Será debido a que los políticos necesitan mostrar que hacen algo? O al contrario, ¿será que el pueblo interpreta que la democracia consiste en votar?

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