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miércoles, 11 de mayo de 2011

HACIENDO MEMORIA

¿Se acuerdan ustedes de las caras de asombro que poníamos allá por los primeros años noventa?

Sí, cuando tras muchos años de incógnitas y dudas de lo que se llevaban más allá del telón de acero, por fin occidente tuvo acceso a la realidad de lo que allí sucedía, y ¡Oh, espanto! Lo que descubrimos nos aterrorizó.

Hasta entonces, el mundo occidental estaba dividido en opiniones contrarias. Haber sido un soviético quien primero salió al espacio; las medallas que conseguían aquellos atletas de los países comunistas en las competiciones internacionales; los rumores que corrían de lo avanzados – que automáticamente se traducía en qué bien vivían – que estaban aquellos países, todo contribuía a tenernos en vilo hasta el punto que, incluso los que no creían en ello, tenían sus dudas.

Cuando se desmoronó el tan deshonroso muro de la vergüenza, con ello se desmoronó también la ideología comunista, y los más sensatos, avergonzados, se retiraron a sus cuarteles de invierno.

Otros, los no tan juiciosos – de algo tenían que vivir, si querían seguir sin trabajar – fueron acomodándose bajo otras siglas, y como para éstos la ideología cuenta menos que ir contra lo establecido, siguieron en su labor de emponzoñar y defender lo indefendible.
Por ejemplo, Cuba.

¿Se extrañarán ustedes el día que se desmorone ese muro castrista – porque no lo duden, ese día llegará – y nos enteremos de lo que realmente ha sucedido allí y nos aterroricemos, que pongamos otra vez caras de asombro?
Pues, sí, pondremos otra vez cara de asombro, porque el hombre no tropieza sólo dos veces en la misma piedra, sino muchas más.

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