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sábado, 30 de abril de 2011

LAS DIFERENCIAS

Estos días hemos asistido a lo que muchos han calificado como la boda del siglo. Expresión bastante exagerada, no cabe duda, pero la gente aprueba esas exageraciones. ¡Qué le vamos a hacer!

Personalmente soy reacio a seguir la corriente de las mayorías, y soy consciente de que en ocasiones eso puede ser un error, pero me cuesta unirme a ese río que corre en una dirección empujado por el barullo de la publicidad, muchas veces sin opinión propia.

O contradiciéndose, que es mucho peor.

No es extraño oír a ese mismo personaje que ayer encolerizado gritaba ¡Fuera de Gibraltar! Ensalzar hoy la magnificencia, el esplendor y el gran boato de la boda de los aspirantes al trono de Inglaterra.

¿Que una cosa no tiene que ver con la otra? Bueno. Es discutible.

Con todo, reconozco que viendo cómo se ha desarrollado esa gran fiesta, he sentido cómo la envidia me removía el estómago. ¡Qué le vamos a hacer! Tampoco yo soy perfecto.

Pero, ¿cómo no va uno a sentir envidia cuando en esas manifestaciones institucionales ve a los británicos hechos una piña, sin diferencias de ninguna índole – a pesar que las hay, y a calderadas – sociales o políticas y con un respeto a sus tradiciones que levantan el ánimo?

No solamente envidia da presenciar esos espectáculos, sino ganas de llorar.

¿Habrá alguien por estos lares que saque conclusiones y aprenda algo de esas magistrales lecciones?

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