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miércoles, 27 de abril de 2011

EL RETRATO DEL POLÍTICO

Nuestro sistema político, por mucho que intentemos manosear para que parezca otra cosa, ha llegado a la debacle. La sensación que cualquier persona normal tiene de la gente que nos dirige, como mínimo, es nefasta.

La corrupción se ha instalado en la sociedad de tal forma que ya no hay ley posible que pueda subsanarla.

A la política ha llegado lo mejor de cada casa, como se solía decir hace no muchos años, con el añadido de que ahora, además de incapacidad hay mala intención. Y ya sabemos que juntar ineptitud e indignidad solo puede traer vileza, y a su vez, ésta desata la irresponsabilidad e incrementa la vanidad y la codicia.

Y un personaje con estos auspicios, que tal vez nunca en su vida oyó la palabra honradez, y si la oyó alguna vez hace tiempo que olvidó el sentido de lo que significa, una vez sentado en el sillón del poder y carente del mínimo sentido de la ecuanimidad, no tardará en sacar de su interior todos los demonios que le dominan.

Lamentablemente, miremos donde miremos, esta es la fotografía del político medio que nos gobierna.

Y la prueba de ello son los escándalos que día tras día salen a la luz, para sorpresa y desasosiego de aquellos que intentan sobrevivir a pesar de los políticos.

Lo bochornoso, no obstante, es el cinismo que muestran todos ellos cuando se hacen públicos sus desmanes. En primer lugar lo niegan, así las pruebas no puedan ser más contundentes, y a continuación agreden con gran desparpajo al contrario. ¡Oiga, y sin sonrojarse! Y para desdicha de los indefensos contribuyentes, convencidos de que con esas respuestas quedan saldados sus daños y sus malandanzas. ¿Pundonor? ¿Conciencia? ¿Honestidad? ¡Oiga! ¿De qué habla usted?

Con todo, dice Salvador, que no es eso lo peor, sino el sentimiento de impotencia con que mira es espectador, envidioso, por no poder hacer también lo mismo.

Porque, a fin de cuentas, los políticos que nos gobiernan son el reflejo de la sociedad, es decir, salen del pueblo. Son el pueblo.

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