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Oye, Juan, ¿has visto a Daniel últimamente? Acabo de
hablar con él y, ¡vaya susto que me he llevado! Hacía tiempo que no le veía,
pero no tanto como para ese cambio. El pobre, ha envejecido como diez años.
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Sí, le vi hace dos días y me pasó como a ti. ¿También
te ha contado la historia?
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¿De qué historia hablas?
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No te la ha contado. Al principio, cuando le pregunté
por qué no acudía los viernes a la partida, se hizo el remolón. Noté que no
quería hablar del tema, pero ya sabes, lo que yo me propongo… bien, el caso es
que insistí y comenzó a contarme el infierno por el que está pasando.
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¡Qué dices! ¿Qué le ha ocurrido?
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Ocurrido, nada. Le está ocurriendo cada día.
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¡Me dejas de piedra, chico! Cuéntame, cuéntame.
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El divorcio…
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Ah, ¿el divorcio? ¿Y por eso tanto drama? Yo creía que
era algo verdaderamente preocupante.
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¡Qué impertinente eres, a veces! Tú, como ya hace
tiempo que lo culminaste, parece que te has olvidado del calvario que significa
pasar por ese trance, además…
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De calvario, nada. Yo me acuerdo muy bien, y es cierto
que no es agradable, pero no para adelgazar y envejecer de esa forma.
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Sí, pero tú cuando te divorciaste apenas llevabas seis
meses de casado; no teníais hijos, y pudisteis rehacer vuestra vida sin mayores
inconvenientes, y…
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Nada de eso. Hace tiempo que tampoco estoy con Juani.
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Bien, pues mejor me lo pones. Y, además, no me
interrumpas, que ya lo has hecho cinco veces… como iba diciendo: el caso de
Daniel no es comparable al tuyo; él tiene tres hijos, se ha quedado sin
trabajo, y es su mujer quien mantiene económicamente la familia…
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Eso no es ninguna anormalidad hoy en día.
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Que no te pase a ti. A Daniel, no encontrar un empleo
le tiene disgustado; la precariedad económica con la que tiene que lidiar cada
día le amarga; el constante mal humor por no ver una salida airosa a su
situación le desanima, y la situación angustiosa en la que vive se convierte en
fuertes discusiones, que son el plato de cada día. Sitúate en esa posición y
comprenderás que con todo eso y mucho más desde hace casi dos años, hasta la
moral del más valiente se viene abajo. Y se envejece a pasos agigantados.
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¿Y qué tiene que ver con el divorcio?
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Pues, eso, ¿no lo ves? que por motivos puramente
económicos no pueden divorciarse y tienen que convivir en ese estado deplorable
de riñas constantes, de insultos, sin esperanzas, sin anhelos, sin sueños de
futuro. Un verdadero calvario; lo comprendes, ¿verdad? Comprendes por qué lo
has encontrado tan delgado y tan envejecido, ¿verdad?
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Sí, claro. Visto así, es como tú dices, aunque en su
caso, creo que yo actuaría diferente, pero no quiero opinar. Es muy triste oír
esas cosas, no cabe duda, pero qué le vamos a hacer, es la época que nos ha
tocado vivir. Y, no será casualidad que casi todos los del grupo estamos
divorciados. En mi opinión es debido a que la sociedad ha dado un vuelco en sus
costumbres y parece que se le han acabado las ideas y andamos como pollos sin
cabeza.
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