¿Qué prefieres, ser cola de león
o cabeza de ratón? Y la respuesta, según el caso, se decanta por lo primero o
por lo segundo.
En el caso de España, la
mediocridad ha llegado a tal extremo que no llegamos ni a cola de ratón. O sea
que no hay opción. Y tal vez, muy que nos pese, haya llegado el momento de
reconocerlo.
Antes de que nadie se enfade, un
recordatorio para los escépticos que no quieran aceptarlo: la cultura de
mediocridad que hemos creado ha calado tan profundamente en nuestros huesos que
ya no nos percatamos de la incultura que nos rodea. Si no lo cree, aquí van
unos pocos ejemplos.
·
Los políticos nos
muestran cada día cómo aporrear al adversario sin aportar una sola idea
constructiva.
·
Estos mismos
personajes públicos nos enseñan cómo hacerse ricos sin necesidad de estudios
académicos.
·
Estos mismos políticos
han sido elegidos por gente, cuyo criterio ha sido pertenecer a la misma
cuerda.
·
O tal vez, la
presencia del candidato, su desparpajo, o cómo descalifica al contrario.
·
Ni uno solo de los
presidentes de gobierno ha tenido conocimiento del idioma inglés para
entenderse con sus homólogos con plena naturalidad.
·
Ningún político ha
tenido en cuenta la importancia de la educación, preocupándose más por cambiar
el sistema anterior, tal vez por aquello de contradecir al adversario, sin
pensar en los efectos en los escolares.
·
A los programas políticos
no han acompañado nunca proyectos para aleccionar al emprendedor, dejándole
como única salida la emigración.
·
Con sus políticas,
los hombres de estado han conseguido que la gente aspire a hacerse famosa, ganando
dinero rápida y fácilmente, bien a través del deporte, que aun sería aceptable,
o acudiendo a programas audiovisuales de baja estofa, cuando no descalificables
y obscenos.
Son unos pocos ejemplos que se
pueden extrapolar a otras facetas de la vida social de los españoles, y que vienen
a confirmar el grado de mediocridad en el que estamos sumidos.
Lo trágico de la cuestión es que
cuando uno está metido en el agujero, el horizonte es muy corto y cree que el
mundo termina en la pared de enfrente.
Y rodeados de mediocridad, los
españoles no vemos más allá y creemos que la vida es eso, mediocre.
Lo dicho, no alcanzamos a ser ni
cola de ratón.
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